Kintsugi, la segunda oportunidad de la cerámica
Escrito y verificado por arquitecto Renato Alonso Ampuero Rodríguez
El Kintsugi es una técnica centenaria de Japón con la que le podemos dar una segunda oportunidad a la cerámica. Esta técnica consiste en reparar piezas cerámicas rotas o viejas, convirtiéndose en una filosofía de vida.
El Kintsugi nos dice que, frente a las adversidades y errores, hay que saber recuperarse y sanar las cicatrices. Además, esta técnica nos invita a encontrar lo bello en las cicatrices de la vida.
Las piezas de cerámica rotas adquieren un segundo aire, planteando que no tiene sentido ocultar las cicatrices. Muy por el contrario, estas cicatrices revalorizan la belleza del objeto. Sin lugar a dudas, las roturas forman parte de la historia del objeto y lo hacen único.
Origen del Kintsugi
Los orígenes del Kintsugi se remontan a finales del siglo XV y principios del siglo XVI. Según cuenta la leyenda, el shogun o emperador Ashikaga Yoshimasa envió a reparar a China un hermoso tazón que utilizaría para la ceremonia de té.
Cuando el tazón volvió, el emperador no quedó del todo contento con el tosco resultado, así que mandó buscar a artesanos japoneses que hicieran un trabajo con mejor acabado.
Los artesanos de Japón dejaron a la vista las líneas que reparaban el tazón, descubriendo esta nueva forma de reparación de los objetos de cerámica.
Curiosamente, algunas personas de la época comenzaran a romper sus propias piezas de cerámica a conciencia para aplicar esta técnica. Consideraban que el Kintsugi les daba una apariencia aun más bonita a sus objetos.
De esta forma, las piezas antiguas que habían sido reparadas comenzaron a tener más valor que aquellas que nunca se rompieron.
La metáfora del kintsugi transmite un mensaje de esperanza: recuerda que las cosas pueden repararse.
-Céline Santini-
Segunda oportunidad de la cerámica
La técnica del Kintsugi se aplica mediante el ensamble y la unión de los fragmentos con un barniz espolvoreado de oro, plata o algún material precioso. Con esto, la cerámica recupera la forma original que tuvo antes de romperse.
Las cicatrices doradas, aunque muchas veces plateadas, son visibles y le dan un cambio a la esencia estética de la pieza. Con esto se evoca el desgaste que el tiempo ejerce sobre las cosas, la identidad cambiante y la belleza de lo imperfecto.
El Kintsugi es una técnica que no trata de ocultar las líneas de rotura. Las piezas reparadas con esta técnica muestran las cicatrices de su pasado, adquiriendo una nueva dimensión vital. Esta técnica también intenta que las piezas se conviertan en objetos únicos e irrepetibles.
Con todo esto, el Kintsugi se ha convertido en una metáfora de la importancia de la resistencia, del amor propio y de la resiliencia en nuestras vidas. No existe un proceso de reintegración ni resurgimiento sin paciencia.
En la técnica del Kintsugi, la fase de secado es una de las más importantes. La resina puede tardar semanas, aunque muchas veces tarda meses, en endurecerse. Es lo que garantiza su cohesión y durabilidad.
El Kintsugi como filosofía de vida
Esta milenaria técnica japonesa puede extrapolarse a nuestras vidas. Lo esencial de esta idea es que cuando algo que es valioso para nosotros se rompe, tenemos que recuperarnos. No debemos tratar de ocultar nuestras cicatrices ni nuestra fragilidad.
Tenemos que reparar nuestras cicatrices con cosas que sean valiosas, equiparables al oro usado en las piezas, como la fortaleza, virtud o resistencia. Tenemos que ser conscientes de nuestras imperfecciones y de nuestra fragilidad. Pero, sin lugar a dudas, tenemos que tener en cuenta nuestra capacidad de recuperarnos.
No debemos dar por sentado que las piezas rotas o que han sufrido el paso del tiempo no volverán a ser bellas. Esta técnica aboga por que las piezas tengan una segunda oportunidad, dándoles un toque especial que les otorguen sofisticación.
En el mundo occidental, cada vez toma más fuerza la filosofía Kintsugi, ya que transmite la belleza de lo imperfecto. Esto resulta contrario a la creencia popular occidental de que los defectos no son bellos y que hay que ocultarlos.
En el pensamiento occidental, cuando algo está roto o tiene imperfecciones, se deshecha. El Kintsugi demuestra que las roturas y las imperfecciones pueden ser bellas.
La técnica del Kintsugi le dará una segunda oportunidad a la cerámica, pero no solo eso. Esta técnica milenaria nos enseñará a valorar que lo que se rompe en nosotros nos aporta belleza a través de nuestras cicatrices. Nos enseña a apreciar los objetos únicos y con historia, como nosotros mismos.